martes, 31 de marzo de 2015

DIA 7 (10/1/2014): ADIOS LAGO TOBA, VIAJE HACIA PADANG

ULTIMA MAÑANA EN EL LAGO TOBA


Jaula de gallinas indonesia.





El tabaco más popular indonesio, tiene
un sabor dulce a regaliz.
  Por la mañana desayunamos diferente, crepes con café con leche.  Después  un baño en el lago Toba: agua limpia y buena temperatura. Salimos a dar una última vuelta por la zona y nos zampamos un pez a la brasa  antes del largo viaje a Padang. Veo varias obras en marcha en el centro, reconstrucción de calles, muros, aceras. La gente le mete horas al trabajo bajo el lema “sin prisas pero sin pausas”. Fuman mucho, sobre todo los hombres, el tabaco indonesio que es dulce, con un leve gusto a regaliz. Tomamos el ferry a las 15 hs. El viaje dura 20 minutos y vale 10.000 rupias por persona. Allí conocimos a un mexicano de Hermosillo que se casó con una indonesia y viven en San Bernardino, California.

Esperando el ferry para irnos del lago Toba.
El hombre es simpático y de buen comer a juzgar por el vientre que calza. Está hasta los huevos del arroz y los nudelns y no ve el momento de ir a Bali o Estados Unidos para hincarle el canino a algo diferente con forma de hamburguesa.  Al llegar a tierra cae otro de esos chaparrones del fin del mundo. Empapados  nos subimos a una bemo que nos deja en el bus terminal (3000 rupias el viaje) desde donde saldrá el autobús a las 18 hs. Aprovecho para comprar unas provisiones de sweet mangos para el largo viaje, una auténtica y deliciosa fruta indonesia. Imperdonable estar en estas tierras y no probarla. Estamos dentro de la terminal de buses unos cuantos pasajeros a oscuras no porque se haya ido la luz sino porque al funcionario no le da la gana de encenderla. Salgo a ver lo que hay. Sigue lloviendo. Veo a unos niños jugando al fútbol (link video + fotos) con las camisetas del barça. De fondo se escucha una canción por los altavoces de algún local cercano. Es una canción triste, el que canta tiene la voz quebrada, al borde del llanto. Un hombre sale de la bus terminal y me cuenta que hoy ha muerto un niño en el pueblo y esta canción es en su honor.

Jugando fútbol bajo la lluvia.


17 HORAS EN BUS

Es este bus atravesamos la caótica carretera selvática.

Musica y luces de colores en el bus
hacia Padang.
   Nada más subir al bus se confirmó una buena noticia: los asientos son reclinables. Menos mal. Casi un día encima de un bus sentado en asiento con ángulo de 45 grados hubiera sido mortal. Era un vehículo bastante moderno, mercedes Benz, con su lavabo y  jarra de agua, cisterna made in Indonesia, la música bailable durante casi todo el viaje, luces multicolor que iluminaban el pasillo cuando hacíamos una parada y la bocina constante de los vehículos indonesios que joden más que las bubucelas del mundial de Sudáfrica. La carretera transcurre un largo trayecto a través de terreno selvático. Es de un solo carril por cada sentido, con muchas curvas y muy cargadas de todo tipo de vehículos. El primer conductor yo creo que no llegaba a los dieciséis años. Iba todo lo rápido que podía, hasta que el otro conductor sentado a su lado y de mayor edad, le pegaba un par de gritos. Apretaba a fondo el pie sobre el pedal de freno antes de entrar en una curva con las siguientes consecuencias: todo lo que había en el pasillo (un montón de cajas de cartón, típicas bultos en los viajes de los indonesios a saber con qué contenido  y un veterano que a pesar de haber pagado su viaje lo habían sentado encima de una neverita de camping dominguero) oscilaban de adelante hacia atrás dependiendo de la inclinación de la vía.


EL TRENCITO

 Parábamos cada cierto tiempo a comer, a que el chófer se fumara un corto, estirar las piernas o echar un riego. En una de esas paradas, cerca de la madrugada, en medio de la nada y en una noche negra como el carbón nos detuvimos a cenar. El lugar era un típico Padang de carretera indonesio, bastante grande, que llenamos casi en su totalidad con la gente de nuestro bus y otro que se había detenido antes. Luego de ingerir unos bichos raros que no supe interpretar lo que eran, ni por la forma que tenían ni por las explicaciones gestuales del camarero, pasó algo totalmente fuera de lugar. Apareció de la nada, del negro oscuro de ese lugar perdido en la selva un trencito de los típicos que dan paseos por el casco antiguo de cualquier ciudad o pueblo turístico. Iba con sus luces, su música, su gente dicharachera, creo que eran indonesios, moviendo la cintura al son de la canción y saludando a los comensales que estábamos en ese chiringuito de carretera. Parecía ficción pero era real. Duró  diez segundos y desapareció en la negra noche Indonesia.  Pero que pasó, pasó. Lo juro. Hay más gente que lo puede confirmar.

Vitrina de uno de los miles de Padang que hay en Indonesia


Vota Rinawati Sainturi.









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