ULTIMA MAÑANA EN EL LAGO TOBA
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Jaula de gallinas indonesia. |
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El tabaco más popular indonesio, tiene
un sabor dulce a regaliz. |
Por la mañana desayunamos diferente, crepes con café con
leche. Después un baño en el lago Toba: agua limpia y buena
temperatura. Salimos a dar una última vuelta por la zona y nos zampamos un pez
a la brasa antes del largo viaje a
Padang. Veo varias obras en marcha en el centro, reconstrucción de calles,
muros, aceras. La gente le mete horas al trabajo bajo el lema “sin prisas pero
sin pausas”. Fuman mucho, sobre todo los hombres, el tabaco indonesio que es
dulce, con un leve gusto a regaliz. Tomamos el ferry a las 15 hs. El viaje dura
20 minutos y vale 10.000 rupias por persona. Allí conocimos a un mexicano de
Hermosillo que se casó con una indonesia y viven en San Bernardino, California.
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Esperando el ferry para irnos del lago Toba. |
El hombre es simpático y de buen comer a juzgar por el vientre que calza. Está
hasta los huevos del arroz y los nudelns y no ve el momento de ir a Bali o
Estados Unidos para hincarle el canino a algo diferente con forma de hamburguesa. Al llegar a tierra cae otro de esos
chaparrones del fin del mundo. Empapados nos subimos a una bemo que nos deja en el bus
terminal (3000 rupias el viaje) desde donde saldrá el autobús a las 18 hs.
Aprovecho para comprar unas provisiones de sweet mangos para el largo viaje, una auténtica y deliciosa fruta
indonesia. Imperdonable estar en estas tierras y no probarla. Estamos dentro de la terminal de buses unos cuantos pasajeros a
oscuras no porque se haya ido la luz sino porque al funcionario no le da la
gana de encenderla. Salgo a ver lo que hay. Sigue lloviendo. Veo a unos niños
jugando al fútbol (link video + fotos) con las camisetas del barça. De fondo se
escucha una canción por los altavoces de algún local cercano. Es una canción
triste, el que canta tiene la voz quebrada, al borde del llanto. Un hombre sale
de la bus terminal y me cuenta que hoy ha muerto un niño en el pueblo y esta canción es en
su honor.
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Jugando fútbol bajo la lluvia. |
17 HORAS EN BUS
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Es este bus atravesamos la caótica carretera selvática. |
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Musica y luces de colores en el bus
hacia Padang. |
Nada más subir al bus se confirmó una buena noticia: los
asientos son reclinables. Menos mal. Casi un día encima de un bus sentado en
asiento con ángulo de 45 grados hubiera sido mortal. Era un vehículo bastante
moderno, mercedes Benz, con su lavabo y jarra de agua, cisterna made in Indonesia, la
música bailable durante casi todo el viaje, luces multicolor que iluminaban el
pasillo cuando hacíamos una parada y la bocina constante de los vehículos
indonesios que joden más que las bubucelas del mundial de Sudáfrica. La carretera
transcurre un largo trayecto a través de terreno selvático. Es de un solo
carril por cada sentido, con muchas curvas y muy cargadas de todo tipo de
vehículos. El primer conductor yo creo que no llegaba a los dieciséis años. Iba
todo lo rápido que podía, hasta que el otro conductor sentado a su lado y de
mayor edad, le pegaba un par de gritos. Apretaba a fondo el pie sobre el pedal
de freno antes de entrar en una curva con las siguientes consecuencias: todo lo
que había en el pasillo (un montón de cajas de cartón, típicas bultos en los viajes de
los indonesios a saber con qué contenido
y un veterano que a pesar de haber pagado su viaje lo habían sentado
encima de una neverita de camping dominguero) oscilaban de adelante hacia atrás
dependiendo de la inclinación de la vía.
Parábamos cada cierto tiempo a comer, a que el chófer se
fumara un corto, estirar las piernas o echar un riego. En una de esas paradas, cerca de la
madrugada, en medio de la nada y en una noche negra como el carbón nos
detuvimos a cenar. El lugar era un típico Padang de carretera indonesio,
bastante grande, que llenamos casi en su totalidad con la gente de nuestro bus y
otro que se había detenido antes. Luego de ingerir unos bichos raros que no
supe interpretar lo que eran, ni por la forma que tenían ni por las
explicaciones gestuales del camarero, pasó algo totalmente fuera de lugar. Apareció de la
nada, del negro oscuro de ese lugar perdido en la selva un trencito de los
típicos que dan paseos por el casco antiguo de cualquier ciudad o pueblo turístico.
Iba con sus luces, su música, su gente dicharachera, creo que eran indonesios, moviendo
la cintura al son de la canción y saludando a los comensales que estábamos en
ese chiringuito de carretera. Parecía ficción pero era real. Duró diez segundos y desapareció en la
negra noche Indonesia. Pero que pasó,
pasó. Lo juro. Hay más gente que lo puede confirmar.
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Vitrina de uno de los miles de Padang que hay en Indonesia |
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Vota Rinawati Sainturi. |
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